domingo, 29 de enero de 2017

Lo que espera un cowboy de la metafísica

    Dijo <<en quince minutos la tendrá>> aunque quisiera decir cuarenta. La demora resultó inocua para el individuo de sombrero de cowboy que estaba sentado sobre uno de los taburetes de la barra del restaurante.

-Aquí tiene -interrumpió educadamente la letárgica espera un empleado de aspecto afable que llevaba consigo una caja de cartón-. Perdone la espera -se disculpó.

El hombre, quebradas sus divagaciones extrasensoriales,  puso suma atención a la caja: la miraba con recelo, como si creyera que había venido flotando. Incluso pensaba que el propio contenido se habría cocinado a sí mismo. A todo esto se le sumaba esa mirada perdida que evidenciaba un estrabismo pronunciado. El empleado sentía que nada de lo que había dicho y hecho había sido percibido por aquel estrambótico individuo de sombrero de cowboy y de facciones derretidas. Se sentía tan fuera de lugar como el propio tipo, que más bien ni si quiera estaba allí.

    Poco tiempo después de estos acontecimientos desconcertantes, entregó la caja sobre la cerámica de la barra. Meticulosamente, el cliente, la colocó delante de sí y la abrió por completo. Exhalo un aroma inexistente intentando deleitarse cerrando los ojos. Luego, ejecutó unos insolentes dedazos sobre el queso fundido. Se recreaba en ello como un niño, mutilando condimentos con sus dedos raquíticos, dejando huella. De pronto paró. Su rostro se volvió más insípido e ambiguo. Parecía que su corazón se hubiera congelado. No lo sentía. El dependiente tampoco.

- Está fría. Callada como la nieve. Fría. Sólo fría -titubeo con palabras descompasadas.

- Podrías incluso hacer ángeles... de nieve.

- Y elevarme con ellos -sintió sus palabras como una verdadera epifanía.