El estudiante de la segunda fila se levanta de la silla, se
gira y mira impasible a la primera, donde unos ojos despiertos observan sus
movimientos. Cruzan las miradas sin ningún propósito. En los gigantescos ventanales se deslizan
gotas. Sigue su rumbo y deja atrás todo aquello.
La puerta corredera le deja paso y siente el impacto de la
humedad exterior. Camina por una larga explanada de adoquines grises hasta
llegar a la otra punta del recinto, pasando primero por una escalera faraónica,
unos ascensores y, finalmente, el ansiado baño. Mientras tanto, en el interior,
las cabezas de la primera fila siguen obstinadas sobre el papel. Por el
ventanal se puede ver que ha amainado pero a nadie parece importarle.
Acabado lo suyo, vuelve sobre sus pasos. Cuando llega a su mesa, permanece delante
de ella sin sentarse. Se le pasa algo
por la cabeza y recoge sus libros y utensilios y los transporta hasta la primera
mesa, situándose delante de Los Ojos.
Lo perciben; a todos les extraña, aunque rostros y gestos no
delaten tales pensamientos. El nuevo inquilino deja caer su cabeza sobre el
libro y duerme plácida y silenciosamente. Apaga su corazón y se deja llevar por
los sueños. Dos Ojos reciben una patada propia del chute de un esférico. Ahora,
alguien se queja de la pierna en voz baja, incluso, sollozando. Los otros Ojos
se dan cuenta. Los Ojos Dolidos le dan un toque para despertarlo. Levanta la
cabeza desubicado y responde a la insidiosa pregunta de ¿qué haces?:
- Sueño que he marcado el penalti decisivo de la final de la
Champions. Cristiano Ronaldo me estaba abrazando y Ramos profería gritos impregnados
de saliva sobre mi rostro.
Terminado el soliloquio, vuelve a descender. Los Ojos no
llegan a comprender que ha pasado.
Los afectados vuelven a casa con un moratón.
El moratón se convierte en una lesión para toda la vida que le hará retirarse
de su prometedora carrera futbolística. Su equipo falla el penalti en la final.
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